Siendo ciudadanos del
mundo actual, la inquietud reflejada en el título de esta nota es abiertamente
válida. En principio hay una respuesta inmediata, y esta es, que es nuestra responsabilidad como seres
humanos trabajar espiritualmente. No venimos a este plano como castigo, todo lo
contrario. Aparecer en este plano es una oportunidad aceptada por nosotros, una
puerta interesante de aprendizaje a través de la materia y en la materia. Desarrollarnos
en el es todo un desafío, un reto conmovedor que nos lleva de la densidad de la
materia a la sutilidad del ámbito de nuestros pensamientos y sentimientos.
En ocasiones intuyo
que el gran desorden que encontramos a nuestro alrededor es como una valla
impuesta por Dios para que definitivamente nos conectemos con nuestro interior.
Una pared que tiene como objetivo que rebotemos hacia nosotros mismos. Es allí
donde se encuentra nuestro big bang al
nuevo ser que estamos llamados a ser.
Nadie puede entender
ó saber cuáles son los patrones de conducta con los que se está manejando a
menudo, cuáles son las limitaciones ó carencias aceptadas, cuáles son los
miedos a los que se aferra, si no se conecta con su interior. Entrar en
nuestros corazones, vislumbrarnos, iluminarnos, darnos la posibilidad de
conocernos y reconocer en qué medida hemos sido productos pasivos de nuestros
entornos, son las actitudes que nos llevan a dar el punta pie inicial para
nuestro trabajo individual.
Esta tarea que
diariamente debemos hacer, siempre se
debe hacer teniendo como prioridad la
excelencia de nuestras intenciones y acciones. Esto es, en cada momento hacer
lo mejor que se pueda, sin castigarse y sin vapulearse cuando las cosas no
salgan como las pensamos. Hay días que vamos a hacer mejor nuestra tarea y días que no, pero de eso se trata, de
hacerlo y de mejorar en cada uno de los intentos que realicemos.
Vernos en el espejo
de nosotros mismos, vernos en el espejo de nuestras relaciones y de nuestros
ámbitos, visualizar lo que nos gusta y lo que nos disgusta. Reconocernos en lo
que hacemos y nos hace bien, como también en lo que no hacemos bien y en lo que
no nos hace bien. Esto es aceptarnos. Es la primer chispa de luz, porque una
vez que reconozco mis juegos internos tengo que empezar a poner manos a la obra
para comenzar a cambiarlos y sólo puedo hacer esto cuando acepto lo que observo
y/o lo que siento.
Esta actitud, la
aceptación, es la que nos va llevar a nuestra cuarta tríada: aceptación-trabajar-transmutar.
Aceptar en el campo
espiritual, más que en ningún otro ámbito es hacerse cargo del ser que somos y
acto seguido ponernos a trabajar para desarrollar el ser que vinimos a ser,
transmutando nuestras emociones, patrones y energías densas en energías
sutiles.
En esto no estamos
solos. El universo y los seres del mundo espiritual están esperando que cada
uno de nosotros despierte a esta tarea. Ellos existen para asistirnos, están
esperando que desde nuestro interior demos el sí certero para que ellos también
puedan poner manos a la obra y ”cuerpo a cuerpo” con nosotros trabajar y ascender
en el camino que nos corresponda.
En Metafísica existe
el principio de correspondencia, esto es, como es arriba es abajo. Como sea
nuestra conciencia así va a ser nuestra vida,como sean nuestras ideas van a ser
nuestros actos, el estado de nuestras emociones se va a reflejar en las
relaciones que mantengamos.
Entonces, una vez
más, seamos quienes somos llamados a ser. No dejemos pasar esta oportunidad.
Arriesguémonos a la Luz. Seamos Luz. Se puede y se debe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario