Segunda Tríada: Perdón-Compasión-Misericordia


Nuestra  parte emocional como seres humanos es uno los aspectos más importantes a trabajar. Es allí donde se generan los desequilibrios ó bloqueos energéticos más serios que luego pueden precipitarse en una enfermedad mental ó corporal.
Desde muy chica siempre pensé y sostuve que la vida era una escuela de aprendizaje, y a medida que sigo avanzando en este camino y lo  compruebo, tengo este pensamiento como un  axioma de vida.  Al aparecer en este plano no venimos con ningún manual de instrucciones, con lo cual cada uno de nosotros a través de sus propias percepciones, dolores, alegrías, relaciones con otras personas, debe ir captando qué es lo que venimos a aprender. Y una vez que lo empezamos a aprender, ver como se lo transmitimos a los demás.
El emocional es un gran desafío para cada uno de nosotros. Y un gran maestro si nos animamos a enfrentarlo.  Al igual que nuestro cerebro está en estado puro al nacer en este plano, y el ambiente en el que nos criamos junto con las decisiones que tomamos  nosotros a lo largo del tiempo, van  dándole forma.
Hay mucha tela para cortar sobre este tema pero en este momento sólo quiero hacer referencia a un pedazo del género,  a las culpas, que  están alojadas en este aspecto humano.
Las culpas son como puñales que tenemos en el corazón y que no nos permiten avanzar con libertad, ya que las culpas siempre retrotaen a algún lugar de nuestro pasado. ¿ Qué nos genera culpa?, todo aquello que nos hayan enseñado en nuestra infancia que debe generarla, y luego, todo aquello que nosotros hayamos tomado bajo el mandato de ese parámetro.
Podemos sentirnos culpables por ser distintos a nuestra familia, por querer cosas distintas a las que deberíamos desear de acuerdo a nuestra educación, por no querer a alguien que todos los demás dicen que debemos querer, por disfrutar de la vida cuando otros deciden padecerla, culpa por avanzar en la vida mientras otros deciden quedarse atrás.
Muchos años de culpa “evolucionan” en castigos. Compañeros inseparables de las culpas. Y los dos se transforman en una dupla fatal…..hasta que los descubrimos. Iluminarlos, ponerlos en escena y desarmarlos  es una de las experiencias más enriquecedoras del trabajo espiritual dentro del campo emocional.
 Enfrentar las culpas y los castigos significa sacarnos  un gran peso de encima y empezar a caminar más liviano. El cuerpo emocional se relaciona con el elemento agua, y si baldes ó botellas de agua pesan, imagínense lo que  pueden pesar años y años de culpas y castigos.
Al llegar a este punto, y teniendo en cuenta que el trabajo espiritual tiene su propia inteligencia, luego de analizar y verificar cuáles son las culpas-castigos que hemos sostenido por determinado tiempo, y entendemos porqué fuimos tenaces en sostenerlas, hace su aparición un concepto importante de trabajo: el perdón.
Es el primer acto de amor para con nosotros mismos después de tantos hostigamientos, de sostener tantos pesos que no son nuestros y que no deberían ser de nadie. Una vez que la energía del perdón iluminó las turbulencias podemos entender el juego que las culpas-castigos han hecho con nosotros. Juego que también hicieron las personas que nos las inculcaron. Al entender este mecanismo perverso surge como primera instancia perdonarnos a nosotros mismos por las conductas que tuvimos y que ahora vemos que no fueron saludables. Nos liberamos y liberamos  también a quienes en algún momento de la vida decidieron ponernos en este laberinto. Podemos comprender que tal vez no encontraron otra forma de actuar y que la única manera de sostener sus propias culpas-castigos era enseñándoselas a otros. Comprender de ninguna manera significar justificar, ni para nosotros ni para los demás. Y comprender nos ayuda a ser compasivos, a sentir con el otro lo que el otro siente, a involucrarnos sin hacernos cargo de lo que no es nuestro.
Si completamos bien este proceso llegamos a la misericordia, gracia divina que habla del perdón en estado superlativo. Nos eleva e ilumina la situación, suceso ó persona que ponemos bajo su mirada. La misericordia nos ayuda a entender la parte y el todo, a armar el rompecabezas y salir del juego perverso en el que nos metieron y en el que decidimos estar por mucho tiempo.
Llegamos de esta manera a la segunda tríada: perdón-compasión-misericordia.
Perdonamos nuestro pasado y nos perdonamos en nuestro pasado siendo compasivos con quien nos transmitió mandatos de pobreza, sufrimiento, carencias, desamor. Es esa misma instancia la que nos permite adoptar conductas saludables y amorosas con nosotros y con los otros. Comprendemos el pasado y nos comprometemos a una vida plena en el presente. Nos inundamos de misericordia y emprendemos el camino de nuestra redención.





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