Quinta Tríada: Risa-Alegria-Celebración


Cuando avanzamos en nuestro camino espiritual la alegría empieza a ser una compañía permanente. Esto no significa que dejemos de ser presas de emociones negativas, ellas siguen apareciendo algunos días y con ciertas circunstancias, pero vamos teniendo herramientas para transmutarlas y liberarlas más rápidamente.
La alegría es una compañera dulce, cálida, que nos ayuda a sonreír desde el corazón. Entra por los ojos y  su vibración es percibida rápidamente. No es para nada egoísta y se puede contagiar mágicamente a través de una buena risotada. Es un bien alcanzable, no se asemeja a una utopía.
Sólo el hombre puede reír y por algo será, aunque soy una convencida  de que los animales sonríen, y que sus sonrisas despiertan mares de ternura y amor en nuestras almas.
La risa puede ser vista de varias formas, ya que una vez que empezamos a pensar sobre ella es posible distinguir  risas agradables y risas desagradables. Aquí, por obvias razones  tomamos en cuenta a  la primer categoría, la de la risa franca, que nos permite reírnos con el otro y de nosotros mismos. No está contemplada la risa que ríe de la degradación del otro en cualquier ámbito. Esa es la risa que “suena feo”, la que nos aleja de las personas en las cuales las sentimos, la que nos duele en los oídos cuando llega a nosotros. La risa franca es liviana, viaja inmediatamente por el espacio conectándonos, haciendo que nos acerquemos sin dificultades y sin ponernos a la defensiva. Es la risa que conecta con el sentido del humor, para mí,  uno de los signos de inteligencia en un ser humano. Es la risa de alta frecuencia, esa que despierta una sensación de bienestar y liviandad y que nos permite abrirnos a la celebración.
Con lo dicho anteriormente, entramos ya en el campo  de nuestra quinta tríada: risa, alegría, celebración.
El trabajo espiritual nos conecta con ellas. Si bien es una actividad que debe hacerse con seriedad no por ello es seria ó aburrida, todo lo contrario, porque al explorarnos a nosotros mismos estamos llamados permanentemente a ser más, a cambiar nuestros niveles de vibración y a disipar nuestras sombras.
Esto es algo que se celebra, porque significa aceptar nuestra responsabilidad de ser. Celebrar es compartir mis buenas noticias, mis momentos con un otro ú otros a los que quiero incorporar a mis buenas nuevas. La manifestación de ella puede ser a través de diferentes modos dependiendo de la personalidad de quien la lleve a cabo ó del motivo que se quiera festejar. Puede ser a través de un ritual, de una oración, de una reunión ó de una comida. El alimento toma otra significado en ella, es sostén de nuestros cuerpos físicos y al mismo tiempo conexión con nuestro cuerpo emocional.
La celebración que se lleva a cabo por intermedio  de una comida es una gran demostración de alquimia básica, desde el momento de su preparación en ese  laboratorio que es la cocina hasta la forma en la que se comparte lo que es motivo de celebración. Los alimentos cambian de estado y en ese camino de transformación que se da con la manipulación mágica de estados, colores, olores y sabores, las intenciones de quien prepara la comida se plasman en cada átomo de ella, y cuando la disfrutamos captamos su mensaje.Ese mensaje no necesita ser explicado, ya que tenemos la  capacidad innata de aprehenderlo como seres humanos desde el momento que hemos sido amamantados por nuestras madres. En ese vínculo nos hemos comunicado y amado sólo por medio del alimento. La madre y su hijo se abstraen en el proceso de comunicación irradiando alegría, comunión y plenitud.
El mundo espiritual gusta de celebrar, porque la Luz es alegría y la alegría es risa que se comparte.





No hay comentarios:

Publicar un comentario