Sexta Tríada:Bendición-Resignación-Liberación


Todos tenemos malos días, malas semanas y a veces malos años. Es normal y está bien que así sea. Es parte del juego que vinimos a jugar. Así como el cuerpo físico tiene un sistema inmunológico, el alma también, y hay días en los que por diversas situaciones ese campo energético está con las “defensas bajas” y  es allí donde aparecen en nosotros los enojos, la angustia, la tristeza, el dolor, ó las enfermedades. Es raro que aparezcan porque sí, por lo  general, al menos uno intuye en una mínima porción cuál es el origen de esas sensaciones. Y más allá de la forma en la que se hagan presentes, si  está en nuestra voluntad salir de esos embrollos, sabemos que ese punto marca la hora de contactarnos cara a cara con nuestros miedos e inseguridades. Asumidos ó no.
Acto seguido, ¿ qué hago?, ¿ Cómo me saco esto que me aplasta y abruma?. Bendecir las situaciones es una buena herramienta. Nos permite entender desde algún lugar que nada que Dios no crea que nos ayude nos pasará. Bendecir es como sellar una situación, sellar con Luz. Decir, ok, listo, es esto. Lo reconozco y lo pongo en tus manos. Si vos permitís que esto pase debe tener un significado para mí que yo aún no veo. No me gusta lo que me está pasando. No me gusta sentirme así. No me gusta ver las cosas así. No me gusta ver la gente que quiero así. Pero algo debe significar. Lo bendigo y lo pongo en tus manos y yo me pongo en tus manos. Sea la energía del universo en la que  creas. Creas en lo que creas y en quien creas como ser superior ó como energía superior.
Podríamos explicarlo así, también,  en relación a personas que en algún punto pueden ser nocivas para nosotros: te bendigo,  te pongo en perspectiva porque necesito alejarme de vos para que el corazón no me duela. Necesito alejarme de vos para que mi corazón no sea tan vulnerable, para que no siga estando a tu disposición y comience a estar para mi disposición.
Luego de bendecir lo que sigue es resignarse. Pero acá quiero desmenuzar ó aclarar un poco la significación de esta palabra. Me rehuso terminantemente a resignarme a algo a la manera tradicional. Para mí eso siempre significó bajar los brazos. Y la verdad, por mi temperamento,  no vine a eso en esta vida. Con lo cual sospecho que esta palabra puede tener otra connotación. Un significado más rico, que me aporte una idea distinta y una forma de definición que tal vez hasta ahora no haya sido tenida en cuenta. O haya sido usada anteriormente y  por una cuestión de moda ó manipulación haya adoptado el sentido que  manejamos en nuestros días.
Resignarme no es sentarme a mirar cómo se llevan lo que quiero, no es sentarme en el sillón de mi casa a sentir como me duele el sentimiento que tengo ó sufrir la angustia que me generan algunas situaciones. Cuando me resigno acepto lo que veo, siento ó pienso pero desde una modalidad activa. Lo acepto viendo aquello con lo que cuento y aquello de lo que carezco y me pongo a trabajar. Lo acepto iluminándolo desde la bendición y desde la nueva actitud de ofrecer pelea. Me resigno y sé que no voy a ser más esclavo de mis tormentas emocionales. O que al menos durante mi vida voy a ir tratando de desarrollar más herramientas para detectar rápidamente cuando estoy en una tormenta emocional y salir de ella.
Estas dos palabras que mencionamos más arriba nos abren la puerta  a nuestra sexta tríada de trabajo espiritual: bendición, resignación, liberación.
Resigno. Re-signo. Veo de nuevo. Observo de nuevo. Cierro los ojos, bendigo y los abro. Hay algo nuevo. Me detengo en la vorágine que siento y me resigno.
Esta palabra en el diccionario tiene varias acepciones. Una de ellas hace referencia a renunciar a un beneficio eclesiástico. Creo que en los últimos años esta palabra estuvo ligada a esta significación de renuncia a algo. Otra acepción la relaciona con la tolerancia ante las adversidades y la conformidad. Resignar no es abandonarse  a lo que tengo ó siento. Eso es ponerse en plan de víctima. Es renunciar a mi capacidad de cocreador. Es ser cómodo. Es pasarle el timón de mis situaciones a otro, y como entonces yo siento que no puedo hacer nada con eso que tengo en la cabeza ó en el corazón y el otro tampoco puede hacer nada para cambiar eso, tengo que evadirme de lo que tengo enfrente, entonces me escapo de mi realidad porque me resigno a la manera tradicional. No puedo cambiar lo que tengo, acto seguido busco una puerta de escape: drogas, depresión, autocastigos, enfermedades. Esa forma de resignación me lleva a atarme a lo que siento a través del camino que elija para mostrarle al otro que me está jodiendo ó que lo que hace me duele. Resignarnos así es ser crueles con nosotros mismos.
Pero cuando decido aplicar la bendición sobre algo, acto seguido me resigno ( a la manera que estoy proponiendo aquí ). Y cuando decido resignarme a lo que veo…me libero.  Me libero porque el mismo acto de bendecir comenzó a cortar los hilos emocionales que  me unían a una circunstancia. Me libero porque al resignar empiezo a observar cuáles son mis parámetros mentales actuantes y empiezo a aplicar en mis tiempos los parámetros mentales positivos que contrarrestan a los negativos. Me libero porque al bendecir puse mi dolor bajo el cuidado de alguien que tiene una mirada holística, que puede ver el todo desde la parte y la parte desde el todo. Me libero porque al resignarme después de bendecir sé que nada malo puede pasar y,si dependiendo de la circunstancias y vida de cada ser, algo no contemplado por mi pasara, tengo la seguridad de que no voy a estar solo para vivirlo y también que no va a ser nada ante lo que yo no tenga  fortaleza para sobrellevar, aunque lo primero que me salga sea una puteada.
Esta triada es un buen desafío de laburo en la adversidad y que podríamos sintetizar de la siguiente manera: quiero y aprendo a  bendecir el mundo y decido resignar mi ser a la tarea que libremente fui llamada/o  a realizar.






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