Tercera Tríada:Información-Conocimiento-Sabiduria


Una de las cosas que más me gusta de vivir en estos años y en estos tiempos, es la posibilidad  de tener tanta información al alcance de la mano.
Internet es una herramienta maravillosa, permite en pocos minutos estar comunicado con el mundo. Si te surge una duda sobre un tema particular googleás una palabra y te aparecen una serie de datos que te pueden ayudar a saber de qué estás hablando ó por donde dar el primer paso.
También debo reconocer que acceder a tanta información es una espada de doble filo, y para evitar eso es necesario contar con un criterio que organice la búsqueda. Algo que nos permita discriminar lo que sirve de lo que no sirve sobre todo lo que encontramos. Separar lo que es útil de lo que no le es. Separar lo luminoso de lo oscuro.
La información no implica conocimiento, aunque conocer si implique tener información, y así tener dominio sobre un tema en particular. Conocer es más que estar informado, es tener la habilidad para responder inquietudes sobre determinados aspectos de la realidad y poder ayudar a otros a que se acerquen a ese conocimiento ó que aprendan a manejarlo también.
Quien conoce, en la mayoría de los casos informa adecuadamente con conciencia y responsabilidad. Quien conoce, en ocasiones difunde ese conocimiento que posee con la intención de comunicar y ayudar, y en ocasiones, sólo comunica respondiendo a un impulso  egoico. Necesita mostrar a los demás todo lo que sabe, y utiliza ese saber como herramienta de poder, para bien ó para mal.
El conocimiento y la información más allá de estar relacionados con cosas concretas mayormente también pueden ser encontrados en libros, páginas, investigaciones. Ayudan a que la vida de las personas mejore en muchos sentidos, aportan comodidades y soluciones a  determinadas situaciones en la vida. Pero el conocimiento tiene un límite.
La superación de este límite se encuentra en otra instancia. Con ella en nuestras vidas estamos ante la aparición de la tercera tríada: información-conocimiento-sabiduría.
La característica fundamental de la sabiduría es la posibilidad de transformación que ofrece. Es un tipo de conocimiento también, pero de una categoría cualitativamente alta y sutil. Nos conecta con planos espirituales superiores. Y una vez que estamos en contacto con ella ó que nos encontramos con personas que sabemos la portan como un don, nuestro mismo cuerpo, cerebro y corazón empiezan a fluir de otra manera. Y esto se siente inmediatamente.
Puede haber un libro que transmita sabiduría, un templo que transmita sabiduría pero ninguno de ellos es sabiduría en si. Es un don difícil de describir pero fácil de percibir para quien está en un camino espiritual. Quien no está en un camino espiritual también la percibe, aunque siempre la va juzgar en términos de rareza, de inexplicabilidad, ó de sensación de rechazo inmediato.
La característica de transformación que mencioné más arriba, le da un toque definitorio y contundente  a mi entender, sobre el conocimiento y la información. Estos dos últimos pueden ser muy desarrollados pero no siempre reportan utilidad a quien se contacta con ellos. Yo puedo querer saber de qué están compuestos los planetas que conforman nuestro universo,  cuál es la composición química del suelo donde estoy apoyando mis pies, ó  cuáles son las causas de un infarto y qué le producen al corazón, y esto puede ser útil para mí porque estoy buscando satisfacer mi necesidad de conocimiento. Pero puede ser conocimiento inútil para otra persona que no se interese por las mismas inquietudes que yo estoy teniendo en este momento.
En cambio la sabiduría siempre es útil, en todo momento y en todo lugar para cualquier ser que voluntariamente se contacte con ella bajo cualquiera de sus formas. Y es tan mágicamente poderosa que si bien las mismas palabras sabias pueden ser entendidas de diferentes maneras, nunca le van a llegar al ser de una manera negativa. Se religa con cada ser de acuerdo a lo que éste necesite, brindando en forma inmediata comprensión ó sanación.
La sabiduría es un don que se siente en el corazón cuando nos acercamos a personas que la portan. Una palabra bien dicha, una mirada profunda, un enojo justificado y rápidamente sanado nos conectan de inmediato con la percepción de la sabiduría que se puede encontrar siempre que uno quiere y siempre que uno esté preparado. Es un regalo residual, ya que se puede contactar con ella en determinado momento y de pronto se puede precipitar en nuestras vidas diez años después del primer encuentro.
 Está al alcance de la mano. No es necesario ir a la mejor universidad, ni hacer un master de espiritualidad, ni tener las mejores calificaciones ni  un muy buen pasar económico que te dé la posibilidad de viajar y acceder a lugares sagrados. No hay un punto geográfico exacto que nos diga dónde está su puerta de acceso ó a donde ir a  beber de su caliz. Podemos rozarnos con ella en India, en la pampa argentina, en el medio del océano, en un viaje de avión, en  una charla con el linyera de la esquina ó en el comedor de casa.
La sabiduría simplemente sucede. Respetuosamente sucede, ya que no adelanta los tiempos del ser para generar el encuentro con  ella. Milagrosamente sucede, porque en el tiempo que corresponde irrumpe en la cotidianeidad constituyendo “un antes y un después”. Pacíficamente sucede, ya que si bien para estar en presencia de ella muchas veces debemos atravesar nuestras batallas personales, en el instante luminoso en el que podemos empezar a “ver” de otra manera, las cosas, las personas, las situaciones, la vida, toman otra dimensión, dejando atrás el conflicto para entrar en el Orden Perfecto.

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